1A TIMOTEO 2, 1 - 15

[1] Ante todo recomiendo que se hagan peticiones, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos, sin distinción de personas; [2] por los jefes de estado y todos los gobernantes, para que podamos llevar una vida tranquila y en paz, con toda piedad y dignidad. [3] Esto es bueno y agrada a Dios, nuestro Salvador, [4] pues él quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. [5] Dios es único, y único también es el mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús hombre, [6] que en el tiempo fijado dio el testimonio: se entregó para rescatar a todos. [7] Este es el mensaje del que Dios me ha hecho predicador y apóstol - yo no miento y es pura verdad: enseño a las naciones en forma creíble y sin errores. [8] Quiero, pues, que en todo lugar donde los hombres estén orando levanten al cielo manos limpias de todo enojo y discusión. [9] Asimismo, que las mujeres sepan revestirse de gracia y buen juicio, en vez de adornarse con peinados rebuscados, oro, joyas o vestidos caros. [10] Si una mujer ha recibido una formación realmente religiosa, las buenas obras han de ser sus adornos. [11] Que la mujer sea sumisa y sepa aprender en vez de molestar. [12] No permito que la mujer enseñe ni que quiera corregir a su marido; que se quede tranquila, [13] pues Adán fue formado primero y después Eva. [14] Y no fue Adán el que se dejó engañar, sino la mujer, y por ella vino la desobediencia. [15] Se salvará, por supuesto, gracias a la maternidad, con tal de que lleve una vida ordenada, perseverando en la fe, el amor y la obra de santificación.

[1] Precediendo a las prescripciones para cada categoría de creyentes, tenemos lo que se refiere a las reuniones de la comunidad, con dos puntos esenciales:- La oración por los dirigentes civiles.- La actitud de las mujeres en la Iglesia. Recomiendo que se hagan oraciones... Los cristianos deben ser solidarios con sus compatriotas, leales a su país y orar por sus dirigentes. El mundo pagano era religioso, a pesar de sus pecados y de sus supersticiones. La religión acompañaba todas sus acciones. Eso explica que, algunos años después, los cristianos hayan sido perseguidos como rebeldes y traidores porque no adoraban ni al emperador ni a sus dioses. Puede ser que esta insistencia en orar por los gobernantes se deba al hecho de que este párrafo fuera escrito al pesar ya sobre los cristianos esa presunción cuando dicha carta fue escrita; había pues que evitar esas sospechas. La fidelidad a Cristo no impide la lealtad a la nación, siempre que no se convierta en un ídolo, lo que se produce cuando, en nombre de la nación, se pide al pueblo que obedezca ciegamente a sus gobernantes. Debemos orar por los gobernantes. Esto está muy arraigado en la Biblia. Ver en los salmos la oración por el rey. Véase también el comentario a Rom 13. El pasaje 9-14 se refiere a las mujeres. Para comprender la severidad de este párrafo, hay que recordar que se hablaba mucho de libertad en la Iglesia y que las relaciones en la comunidad eran muy sencillas; se cometían pues fácilmente abusos. Por otro lado, siempre nos cuesta aceptar las exigencias del Evangelio cuando son distintas de nuestra práctica social. La actitud de Jesús hacia las mujeres había sido liberadora y, al comienzo, la Iglesia había seguido su ejemplo (véase 1 Cor 7). Pero era inevitable que la sociedad circundante presionara a la comunidad para que pusiera a las mujeres en el lugar que tenían de hecho en la vida cotidiana de ese tiempo. Toda la historia de la Iglesia manifiesta un gran respeto por la mujer y ha habido muchas iniciativas en su favor; pero muy pocas veces han sido tratadas como iguales a los hombres. En muchos países la emancipación de las mujeres era mayor en la Edad Media, en algunas clases, que en épocas más recientes, como el siglo XIX. De igual modo, en las sociedades urbanas marcadas por el desarrollo del comercio, las mujeres ocupaban en la Iglesia, como también en el mundo, un lugar que no les era reconocido por las sociedades más cerradas. Es pues un hecho que la Iglesia sola no puede cambiar al mundo, hasta que los hombres no hayan aprendido a conocer mejor la realidad humana. Este pasaje que nos recuerda a 1 Cor 11,1-10 y 14,34, se opone a la emancipación de la mujer utilizando los mismos argumentos bíblicos que los maestros judíos. Reconocer este hecho, sin embargo, no es una razón para ignorar el llamado a rechazar tantas «vanidades» femeninas del consumismo, el que hace de la mujer la punta de lanza de todas las codicias. Y la carta invita a una pobreza vivida, que se nota aun en lo exterior. Dios quiere que todos los hombres se salven. La carta nos dice con otras palabras lo que ya se decía en las últimas palabras del evangelio de Mateo: el evangelio debe ser proclamado a todos y a todas las naciones. El hecho de que posiblemente sea una minoría la que crea no impedirá que se salve el conjunto de la humanidad. El autor de la carta no quiso responder a una pregunta que hacen algunos: ¿serán pocos, o muchos, o todos, los que se salvarán? (ver Lc 13,22).

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