Juan 5

Juan 4 ▬▬▬ Juan 6

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EL PARALÍTICO DE LA PISCINA DE BETESDA [1] Después de esto se celebraba una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. [2] Hay en Jerusalén, cerca de la Puerta de las Ovejas, una piscina llamada en hebreo Betesda. Tiene ésta cinco pórticos, [3] y bajo los pórticos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos, tullidos (y paralíticos. Todos esperaban que el agua se agitara, [4] porque un ángel del Señor bajaba de vez en cuando y removía el agua; y el primero que se metía después de agitarse el agua quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviese.) [5] Había allí un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo. [6] Jesús lo vio tendido, y cuando se enteró del mucho tiempo que estaba allí, le dijo: «¿Quieres sanar?» [7] El enfermo le contestó: «Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se agita el agua, y mientras yo trato de ir, ya se ha metido otro.» [8] Jesús le dijo: «Levántate, toma tu camilla y anda.» [9] Al instante el hombre quedó sano, tomó su camilla y empezó a caminar. Pero aquel día era sábado. [10] Por eso los judíos dijeron al que acababa de ser curado: «Hoy es día sábado, y la Ley no permite que lleves tu camilla a cuestas.» [11] El les contestó: «El que me sanó me dijo: Toma tu camilla y anda.» [12] Le preguntaron: «¿Quién es ese hombre que te ha dicho: Toma tu camilla y anda?» [13] Pero el enfermo no sabía quién era el que lo había sanado, pues Jesús había desaparecido entre la multitud reunida en aquel lugar. [14] Más tarde Jesús se encontró con él en el Templo y le dijo: «Ahora estás sano, pero no vuelvas a pecar, no sea que te suceda algo peor.» [15] El hombre se fue a decir a los judíos que era Jesús el que lo había curado. [16] Por eso los judíos perseguían a Jesús, porque hacía tales curaciones en día sábado. [17] Pero Jesús les respondió: «Mi Padre sigue trabajando, y yo también trabajo.» [18] Y los judíos tenían más ganas todavía de matarle, porque además de quebrantar la ley del sábado, se hacía a sí mismo igual a Dios, al llamarlo su propio Padre.

LA OBRA DEL HIJO: RESUCITAR A LOS MUERTOS [19] Jesús les dirigió la palabra: «En verdad les digo: El Hijo no puede hacer nada por su cuenta, sino sólo lo que ve hacer al Padre. Todo lo que haga éste, lo hace también el Hijo. [20] El Padre ama al Hijo y le enseña todo lo que él hace, y le enseñará cosas mucho más grandes que éstas, que a ustedes los dejarán atónitos. [21] Como el Padre resucita a los muertos y les da la vida, también el Hijo da la vida a los que quiere. [22] Del mismo modo, el Padre no juzga a nadie, sino que ha entregado al Hijo la responsabilidad de juzgar, [23] para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, tampoco honra al Padre que lo ha enviado. [24] En verdad les digo: El que escucha mi palabra y cree en el que me ha enviado, vive de vida eterna; ya no habrá juicio para él, porque ha pasado de la muerte a la vida. [25] Sepan que viene la hora, y ya estamos en ella, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la escuchen vivirán. [26] Así como el Padre tiene vida en sí mismo, también ha dado al Hijo tener vida en sí mismo. [27] Y además le ha dado autoridad para llevar a cabo el juicio, porque es hijo de hombre. [28] No se asombren de esto; llega la hora en que todos los que estén en los sepulcros oirán mi voz. [29] Los que obraron el bien resucitarán para la vida, pero los que obraron el mal irán a la condenación. [30] Yo no puedo hacer nada por mi cuenta, sino que juzgo conforme a lo que escucho; así mi juicio es recto, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad de Aquel que me envió. [31] Si yo hago de testigo en mi favor, mi testimonio no tendrá valor. [32] Pero Otro está dando testimonio de mí, y yo sé que es verdadero cuando da testimonio de mí. [33] Ustedes mandaron interrogar a Juan, y él dio testimonio de la verdad. [34] Yo les recuerdo esto para bien de ustedes, para que se salven, porque personalmente yo no me hago recomendar por hombres. [35] Juan era una antorcha que ardía e iluminaba, y ustedes por un tiempo se sintieron a gusto con su luz. [36] Pero yo tengo un testimonio que vale más que el de Juan: son las obras que el Padre me encomendó realizar. Estas obras que yo hago hablan por mí y muestran que el Padre me ha enviado. [37] Y el Padre que me ha enviado también da testimonio de mí. Ustedes nunca han oído su voz ni visto su rostro; [38] y tampoco tienen su palabra, pues no creen al que él ha enviado. [39] Ustedes escudriñan las Escrituras pensando que encontrarán en ellas la vida eterna, y justamente ellas dan testimonio de mí. [40] Sin embargo ustedes no quieren venir a mí para tener vida. [41] Yo no busco la alabanza de los hombres. [42] Sé sin embargo que el amor de Dios no está en ustedes, [43] porque he venido en nombre de mi Padre, y ustedes no me reciben. Si algún otro viene en su propio nombre, a ése sí lo acogerán. [44] Mientras hacen caso de las alabanzas que se dan unos a otros y no buscan la gloria que viene del Unico Dios, ¿cómo podrán creer? [45] No piensen que seré yo quien los acuse ante el Padre. Es Moisés quien los acusa, aquel mismo en quien ustedes confían. [46] Si creyeran a Moisés, me creerían también a mí, porque él escribió de mí. [47] Pero si ustedes no creen lo que escribió Moisés, ¿cómo van a creer lo que les digo yo?»

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[1] En este nuevo capítulo Jesús proclama la obra para la cual ha venido a este mundo; su Padre lo ha enviado para juzgar y para dar vida. ¿Por qué fue Jesús a la piscina de Betesda? Pues se sabe ahora que dicha piscina era un lugar pagano, dedicado a Esculapio, el dios de la salud. Corrían rumores de que allí se sanaban de cuando en cuando los enfermos. Los judíos piadosos, escandalizados al ver estas curaciones realizadas en un lugar pagano, afirmaban que no eran sanados por Esculapio, sino por un ángel del Señor: en los vv. 3-4 la frase puesta entre paréntesis, que falta en los antiguos manuscritos, nos recuerda estos comentarios. Allí, pues, iban hombres poco escrupulosos en su fe, que buscaban la salud aun por medios prohibidos por Dios. Y Jesús también fue allí en busca del pecador que quería salvar. Nótese la primera respuesta del enfermo. En este lugar milagroso, muchos eran los que esperaban y pocos los que sanaban. El hombre solo -no tengo a nadie-, no se puede salvar por sí mismo. Necesita un Salvador, Jesús. Jesús desaparece después del milagro, pues podían equivocarse con respecto a él, decir que reconocía a los dioses paganos y pensar que sanaba a los enfermos en nombre de esos dioses. Jesús se dará a conocer en el Templo del Dios verdadero, su Padre. Los judíos atacan a Jesús porque había hecho un «trabajo» en día sábado. Examinemos más de cerca la respuesta de Jesús: Mi Padre sigue trabajando. Jesús quiere decir que, si bien los hombres descansan en homenaje a Dios, él no descansa ni está ausente del mundo; él da vida a los hombres. Jesús, por ser Dios-Hijo, debe imitar a Dios-Padre en vez de descansar como lo hacen los hombres. Sus adversarios, al escucharlo, no se equivocaron sobre sus pretensiones: se hacía a sí mismo igual a Dios, al llamarlo su propio Padre (18).


[14] No vuelvas a pecar... Jesús recuerda al enfermo su falta de fe que lo condujo al santuario pagano, donde esperó inútilmente treinta y ocho años, igual que, en tiempos pasados, los israelitas quedaron recluidos treinta y ocho años en el oasis de Cadés en el desierto, sin poder entrar a la Tierra prometida. Juan notó esta coincidencia. Comprendió también que la curación en la piscina era la figura de lo que nos sucede cuando nos bautizamos. La advertencia de Jesús al hombre sanado vale también para los que nos convertimos y nos bautizamos: No vuelvas a pecar. A continuación de este relato viene una nueva presentación de la fe cristiana (ver el comentario de Jn 3,11), la cual ocupa las dos páginas que siguen. Digamos también que, en estos «discursos» del evangelista Juan, le gustó repetir siete veces la o las palabras claves del discurso. Aquí, por ejemplo, encontramos siete veces sábado, siete veces Jesús, siete veces Moisés, catorce veces el Padre. Es que quiere oponer la antigua religión de los judíos, instituida por Moisés y cuyo mayor precepto era el descanso del sábado, a los tiempos nuevos que Jesús vino a inaugurar, dándonos a conocer al Padre.


EL HIJO Y EL PADRE.


LA RESURRECCION
[19] Los opositores de Jesús se asombran al ver cómo viola la ley del descanso sagrado; sin embargo ésta no es más que la primera intervención de Jesús (7,21). Porque pretende mucho más que reformar la religión, ha venido para renovar la creación entera. Los libros del Antiguo Testamento hablaban de Dios como de uno solo. Pero ahora Jesús nos muestra una nueva cara de Dios: es Padre y ha enviado a su Hijo para llevar a cabo su obra. Dios procura darnos vida en todo lo que hace, y la mayor de sus obras es la resurrección. Ya dijimos que resucitar no significa volver a vivir, sino levantarse para empezar una vida nueva y transformada. Resucitarán los muertos, por supuesto, como se recuerda en 5,28, pero desde ya se puede hablar de resurrección para los que empiezan a creer. La palabra de Jesús, recibida con fe, nos da vida; se arraiga en nosotros y nos va transformando. Esta resurrección es obra común del Padre y del Hijo; el amor de Dios, que genera la vida, nos llega por la voz de Cristo (25).Jesús, pues, no es un hombre como nosotros, sino que, siendo hombre, es también la otra cara de Dios. Jesús quiere sacar de nuestra mente tanto la figura del Dios celoso como la del Dios paternalista. Esto va de acuerdo con la psicología moderna, que muestra cómo una persona no es auténticamente adulta hasta que no se libera de la autoridad de sus padres. El mundo moderno no acepta a un Dios paternalista. El Evangelio, justamente, muestra al Padre entregando toda su autoridad a un hombre, a Cristo. En numerosas oportunidades Jesús se llamó a sí mismo el Hijo del Hombre (ver la explicación de esto en Mc 8,27). Pero aquí Juan dice: hijo de hombre (27), y ése es un modismo de los judíos para decir: un ser humano. Por ser humano, Jesús salva a la humanidad desde adentro. Al presentarse como el Hijo, Jesús une estas dos afirmaciones:- todo lo que hace el Padre, lo hago yo; todo lo que tiene el Padre, lo tengo yo.- y esta otra: yo no puedo hacer nada por cuenta mía. Y al decir esto, Jesús se da en ejemplo a los hijos e hijas de Dios, pues nosotros también debemos estar en comunión con Dios para que él nos pueda enseñar sus obras. No hay vida cristiana sin una relación personal con Dios, llamemos esto oración o no.

EL TESTIMONIO
[30] No podemos orientarnos en la vida sin conocer al mundo y a los hombres, para lo cual en parte recurrimos a la ciencia, pero mucho más todavía al testimonio. Si bien la ciencia es la que nos permite actuar sobre el mundo, el testimonio de nuestros semejantes es más decisivo para nuestras opciones. Testimonio, o sea, sus palabras, su actitud, la atracción de su persona. Así es como se descubren los enamorados, como se acogen los amigos, como se decide una carrera, como se toma un compromiso religioso o político. Es así también como se descubre a Dios viviendo entre nosotros. Por eso Jesús habla de los testimonios que lo acreditan:- sus obras, o sea, sus milagros;- el testimonio de Juan Bautista, que lo presentó como el Salvador;- las palabras de la Biblia que se referían a él. Ciertas personas dicen que les basta que la Biblia sea palabra de Dios y que no necesitan nada más para guiarse. Pero eso es como decir que Dios ya no habla. Si Dios habló mediante los acontecimientos y los profetas de la historia sagrada, sigue haciéndolo en la actualidad. Si no estamos abiertos a esta manera de hablar de Dios, veamos cómo Jesús reprendió a los que creían tener la palabra de Dios (38), pero no creían al que Dios les enviaba. Dios nos instruye a su manera. Dispone en nuestra vida y en la de los pueblos llamados e indicaciones que sabremos escuchar o interpretar si estamos dispuestos a que otro nos enseñe. Luego nos guía por medio de una comunidad cristiana, la Iglesia, y dentro de ella nos hace encontrar a ciertas personas que viven según su Espíritu, al lado de otras que solamente tienen cara de personas religiosas y correctas. Pero, ¿cómo distinguir lo verdadero de lo falso? ¿Cómo reconocer a los que hablan de los caminos de Dios porque tienen experiencia? Jesús da a entender que quienes aman la verdad reconocen a los que dicen la verdad. Pues cada cual valoriza el testimonio de sus iguales. Para reconocer a los mensajeros de Dios, debemos ser gente que no vive pendiente de las alabanzas que se dan unos a otros, en lo cual uno se hace esclavo de valores falsos. El que busca la verdad y la misericordia reconocerá la gloria de Dios en las palabras y los actos de sus más humildes servidores. A Dios le agrada que reconozcamos a sus testigos y, con esto, lo honremos. Más aún, quiere que todos honren al Hijo tanto como a su Padre. Al creer en su Hijo nos hacemos dignos de su confianza y pasamos a ser hijos para él.

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