Marcos 7


LA VERDADERA PUREZA

(MT 15,10; LC 6,39) [1] Los fariseos se juntaron en torno a Jesús, y con ellos había algunos maestros de la Ley llegados de Jerusalén. [2] Esta gente se fijó en que algunos de los discípulos de Jesús tomaban su comida con manos impuras, es decir, sin habérselas lavado antes. [3] Porque los fariseos, al igual que el resto de los judíos, están aferrados a la tradición de sus mayores, y no comen nunca sin haberse lavado cuidadosamente las manos. [4] Tampoco comen nada al volver del mercado sin antes cumplir con estas purificaciones. Y son muchas las tradiciones que deben observar, como la purificación de vasos, jarras y bandejas. [5] Por eso los fariseos y maestros de la Ley le preguntaron: «¿Por qué tus discípulos no respetan la tradición de los ancianos, sino que comen con manos impuras?» [6] Jesús les contestó: «¡Qué bien salvan ustedes las apariencias! Con justa razón profetizó de ustedes Isaías cuando escribía: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. [7] El culto que me rinden de nada sirve; las doctrinas que enseñan no son más que mandatos de hombres. [8] Ustedes descuidan el mandamiento de Dios por aferrarse a tradiciones de hombres.» [9] Y Jesús añadió: «Ustedes dejan tranquilamente a un lado el mandato de Dios para imponer su propia tradición. [10] Así, por ejemplo, Moisés dijo: Cumple tus deberes con tu padre y con tu madre, y también: El que maldiga a su padre o a su madre es reo de muerte. [11] En cambio, según ustedes, alguien puede decir a su padre o a su madre: «Lo que podías esperar de mí es "consagrado", ya lo tengo reservado para el Templo.» [12] Y ustedes ya no dejan que esa persona ayude a sus padres. [13] De este modo anulan la Palabra de Dios con una tradición que se transmiten, pero que es de ustedes. Y ustedes hacen además otras muchas cosas parecidas a éstas.» [14] Jesús volvió a llamar a la gente y empezó a decirles: «Escúchenme todos y traten de entender. [15] Ninguna cosa que de fuera entra en la persona puede hacerla impura; lo que hace impura a una persona es lo que sale de ella. [16] El que tenga oídos, que escuche.» [17] Cuando Jesús se apartó de la gente y entró en casa, sus discípulos le preguntaron sobre lo que había dicho. [18] El les respondió: «¿También ustedes están cerrados? ¿No comprenden que nada de lo que entra de fuera en una persona puede hacerla impura? [19] Pues no entra en el corazón, sino que va al estómago primero y después al basural.» [20] Así Jesús declaraba que todos los alimentos son puros. Y luego continuó: «Lo que hace impura a la persona es lo que ha salido de su propio corazón. [21] Los pensamientos malos salen de dentro, del corazón: de ahí proceden la inmoralidad sexual, robos, asesinatos, [22] infidelidad matrimonial, codicia, maldad, vida viciosa, envidia, injuria, orgullo y falta de sentido moral. [23] Todas estas maldades salen de dentro y hacen impura a la persona.


» JESÚS SANA A LA HIJA DE UNA EXTRANJERA (MT 15,21)

[24] Jesús decidió irse hacia las tierras de Tiro. Entró en una casa, y su intención era que nadie lo supiera, pero no logró pasar inadvertido. [25] Una mujer, cuya hija estaba en poder de un espíritu malo, se enteró de su venida y fue en seguida a arrodillarse a sus pies. [26] Esta mujer era de habla griego y de raza sirofenicia, y pidió a Jesús que echara al demonio de su hija. [27] Jesús le dijo: «Espera que se sacien los hijos primero, pues no está bien tomar el pan de los hijos para echárselo a los perritos.» [28] Pero ella le respondió: «Señor, los perritos bajo la mesa comen las migajas que dejan caer los hijos.» [29] Entonces Jesús le dijo: «Puedes irte; por lo que has dicho el demonio ya ha salido de tu hija.» [30] Cuando la mujer llegó a su casa, encontró a la niña acostada en la cama; el demonio se había ido.

CURACIÓN DE UN SORDOMUDO

[31] Saliendo de las tierras de Tiro, Jesús pasó por Sidón y, dando la vuelta al lago de Galilea, llegó al territorio de la Decápolis. [32] Allí le presentaron un sordo que hablaba con dificultad, y le pidieron que le impusiera la mano. [33] Jesús lo apartó de la gente, le metió los dedos en los oídos y con su saliva le tocó la lengua. [34] En seguida levantó los ojos al cielo, suspiró y dijo: «Effetá», que quiere decir: «Abrete. » [35] Al instante se le abrieron los oídos, le desapareció el defecto de la lengua y comenzó a hablar correctamente. [36] Jesús les mandó que no se lo dijeran a nadie, pero cuanto más insistía, tanto más ellos lo publicaban. [37] Estaban fuera de sí y decían muy asombrados: «Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos.»




LA TRADICION Y LAS TRADICIONES

[1] Ningún grupo, ni siquiera la Iglesia, puede mantenerse si no tiene sus tradiciones y costumbres. Pero esas tradiciones, por buenas que sean, son cosas de hombres y han de ser cambiadas con el tiempo, como por ejemplo, la manera de celebrar la misa, las fiestas, novenas y otras cosas por el estilo. Por otra parte, hay algo esencial que nunca cambia: la Enseñanza de Dios. ¿Dónde la encontramos? En la Biblia, en las enseñanzas de Jesús. Y hay una manera de comprender a Jesús, propia de los apóstoles: es lo que llamamos la Tradición de los Apóstoles, y la Iglesia, fundada por los apóstoles, guarda esta Tradición, o sea, este espíritu propio de ellos. No confundamos, pues, las tradiciones de los católicos y la Tradición de la Iglesia. Lo malo es que, muchas veces, no hacemos ningún esfuerzo para entrar en el espíritu de la Iglesia y nos aferramos ciegamente a tradiciones anticuadas o malas. ¿Por qué ahora tantos cristianos se escandalizan cuando la Iglesia se libera de los ritos anticuados? ¿Por qué les viene tanto odio contra los sacerdotes y los cristianos que dejan de lado ciertos moldes inútiles? Jesús nos indica el motivo: se aferran a sus ritos porque son incapaces de creer. Su religión exterior es una sustitución de la fe auténtica que no tienen. Se aferran a sus ideas, a sus posiciones tradicionales en lo político y lo cultural porque es lo único que tienen y, si lo perdieran, incluso Dios no sería nada para ellos.


PURO E IMPURO

[14] En la religión judía, un punto muy importante era mantenerse puro, pues no se podía participar en el culto sin poseer ese estado de pureza. La palabra pureza no tenía para ellos el mismo sentido que le damos ahora. Hombre puro era el que no se había contaminado, ni siquiera por inadvertencia, con alguna de las cosas prohibidas por la Ley. Por ejemplo, la carne de cerdo y de conejo era considerada impura: no se debía comer. Una mujer durante sus reglas o cualquier persona que tuviese hemorragias eran tenidas por impuras durante un determinado número de días, y nadie debía ni tocarlas siquiera. Un leproso era impuro hasta que sanara. Si caía un bicho muerto en el aceite, éste se hacía impuro y se debía tirar, etc. Todo el que se hubiera manchado con esas cosas, aunque no fuera por culpa suya, tenía que purificarse, habitualmente con agua, y otras veces pagando sacrificios. Estas leyes habían sido muy útiles en un tiempo para acostumbrar al pueblo judío a vivir en forma higiénica. Servían, además, para proteger la fe de los judíos que vivían en medio de pueblos que no conocían a Dios. Pues, ¿cómo podrían conservar su fe en el Dios único, si se les permitiera convivir con esos pueblos, tenerlos como amigos e imitarlos en todo? Ahora bien, con esas innumerables costumbres religiosas que el judío tenía que observar, se apartaba necesariamente de los que no compartían su fe, llevaba un tipo de vida distinto y se quedaba en medio de sus correligionarios. Jesús quita a estos ritos su carácter sagrado; nada de lo que Dios ha creado es impuro; Dios no se ofende porque hayamos tocado a un enfermo, un cadáver o alguna cosa manchada con sangre. No le molesta que comamos esto o aquello. El pecado es siempre algo que ha salido del corazón, y no algo que hicimos sin querer. Es verdad que el Antiguo Testamento enseña los conceptos de «puro e impuro», pero todo eso se escribió a lo largo de siglos, y no todo lo que dice cada libro vale para todos los siglos. Como dirá Pablo en su epístola a los Gálatas (Gál 4,1-7), el pueblo de Dios pasó por una etapa de niñez en que hubo que darle reglas precisas para formarlo; pero «cuando llegó la plenitud de los tiempos», cuando el pueblo de Dios se hizo adulto, esas reglas perdieron su razón de ser. Es totalmente legítimo que haya cristianos que adopten una alimentación vegetariana o comunidades cristianas que consideren el rechazo al alcohol o al tabaco como un testimonio que ayuda a su medio. Pero no deben decir que eso forma parte de la fe, ni juzgar a quienes conservan su libertad. De lo contrario estarían rebajando la salvación cristiana al olvidar que va más allá de cualquier cuestión de «comida o bebida» (Rom 14,17).


LOS PAGANOS

[24] Es el momento en que las autoridades se vuelven contra Jesús. Tiene que alejarse y recorre las fronteras de Galilea, donde está menos vigilado y desde donde es más fácil ponerse a salvo. El incidente recordado aquí se ubica, pues, en la región de Tiro poblada por sirios y fenicios. Los judíos nunca pudieron comprender su elección como pueblo de Dios sin mirar en menos a los otros pueblos. Ser portadores de la verdadera fe los obligaba a no dejarse contaminar por otras religiones, pero, en realidad eso reforzaba su incomprensión con cualquier extranjero. Para ellos el mundo se dividía en dos: "el pueblo" (judío) y las "naciones", es decir todos los demás. A estos otros Dios los ignoraba, a menos que les hiciera sentir el peso de su justicia. La pregunta que actualmente nos planteamos de cómo Dios conduce y salva a todos los que no han recibido su palabra, nos les preocupaba en absoluto. Esta división no era muy diferente de la que los pueblos cristianos han hecho durante siglos entre la cristiandad y los pueblos "paganos". Pues bien, esos fenicios, llamados también griegos porque hablaban griego y no hebreo, vivían al lado de los judíos, pero estaban muy lejos de éstos. A pesar de que Jesús vino a salvar a todos, el Padre había dispuesto que no saliese de las fronteras de su país. Sin embargo se encontró con paganos en varias oportunidades y, más de una vez, se admiró al ver con qué sencillez y fe se dirigían a él. El Evangelio no conservó todo lo que Jesús dijo e hizo, pero en ninguna parte de él se ve algo que sea como un llamado a "cambiar de religión" o una amenaza para los que van por otro camino que no sea él de la Revelación. Jesús deja que sigan por el camino por el que el Padre los lleva. Los invita a dar gracias al Dios único y les muestra como el Padre se acerca a ellos a través de su Hijo. A pesar de que Jesús vino a salvar a todos, el Padre había dispuesto que no saliese de las fronteras de su país. Sin embargo se encontró con paganos en varias oportunidades y, más de una vez, se admiró al ver con qué sencillez y fe se dirigían a él. Por lo general, los judíos miraban con mucho desprecio a los paganos; ellos eran los hijos, y los paganos, los perros. Jesús contestó a esta mujer afligida repitiéndole el refrán despectivo de los judíos. Comprendemos que lo hizo para probar hasta dónde llegaba su fe; en efecto, ¿sería capaz de insistir cuando parecía que hasta Dios la rechazaba?


[31] Le pidieron que le impusiera la mano. Era una manera de invocar el poder divino. Pero Jesús no tiene por qué pedir. El gesto que hace demuestra que tiene en sí, en su naturaleza humana, toda la salud que necesitamos, y se la comunica al enfermo. Jesús suspiró (ver 8,12). ¿Por qué? Porque el hombre que tiene delante de sí es un símbolo impresionante de quienes tienen ojos y oídos, pero no ven ni oyen. Los hombres le traen a sordos y le exigen que los haga oír, pero ellos mismos siguen sordos. Jesús les mandó que no se lo dijeran a nadie. Jesús desconfía de los que andan detrás de milagros (Jn 4,48). Un milagro inesperado o largamente solicitado puede ayudarnos a descubrir la presencia de Dios, pero desde el momento que comenzamos a contar con los milagros, nos alejamos del Evangelio. Ya en el Antiguo Testamento, el Deuteronomio ponía en guardia al pueblo de Israel frente a cualquier explotación de los milagros y prodigios ( Deut 13); la fe se apoya en la Palabra de Dios y no en milagros. En las tentaciones del desierto (Mt 4,6) Jesús retoma la misma enseñanza.

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