Mateo 2

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DEL ORIENTE VIENEN UNOS MAGOS
[1] Jesús había nacido en Belén de Judá durante el reinado de Herodes. Unos Magos que venían de Oriente llegaron a Jerusalén [2] preguntando: «¿Dónde está el rey de los judíos recién nacido? Porque hemos visto su estrella en el Oriente y venimos a adorarlo.» [3] Herodes y toda Jerusalén quedaron muy alborotados al oír esto. [4] Reunió de inmediato a los sumos sacerdotes y a los que enseñaban la Ley al pueblo, y les hizo precisar dónde tenía que nacer el Mesías. [5] Ellos le contestaron: «En Belén de Judá, pues así lo escribió el profeta: [6] Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres en absoluto la más pequeña entre los pueblos de Judá, porque de ti saldrá un jefe, el que apacentará a mi pueblo, Israel. [7] Entonces Herodes llamó en privado a los Magos, y les hizo precisar la fecha en que se les había aparecido la estrella. [8] Después los envió a Belén y les dijo: «Vayan y averigüen bien todo lo que se refiere a ese niño, y apenas lo encuentren, avísenme, porque yo también iré a rendirle homenaje.» [9] Después de esta entrevista con el rey, los Magos se pusieron en camino; y fíjense: la estrella que habían visto en el Oriente iba delante de ellos, hasta que se detuvo sobre el lugar donde estaba el niño. [10] ¡Qué alegría más grande: habían visto otra vez a la estrella!. Al entrar a la casa vieron al niño con María, su madre; se arrodillaron y le adoraron. Abrieron después sus cofres y le ofrecieron sus regalos de oro, incienso y mirra. [12] Luego se les avisó en sueños que no volvieran donde Herodes, así que regresaron a su país por otro camino. LA HUIDA A EGIPTO [13] Después de marchar los Magos, el Ángel del Señor se le apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto. Quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes buscará al niño para matarlo.» [14] José se levantó; aquella misma noche tomó al niño y a su madre, y partió hacia Egipto, [15] permaneciendo allí hasta la muerte de Herodes. Así se cumplió lo que había anunciado el Señor por boca del profeta: Llamé de Egipto a mi hijo. [16] Herodes se enojó muchísimo cuando se dio cuenta que los Magos lo habían engañado, y fijándose en la fecha que ellos le habían dicho, ordenó matar a todos los niños menores de dos años que había en Belén y sus alrededores. [17] Así se cumplió lo que había anunciado el profeta Jeremías: [18] En Ramá se oyeron gritos, grandes sollozos y lamentos: es Raquel que llora a sus hijos: éstos ya no están, y no quiere que la consuelen.

JOSÉ Y MARÍA VUELVEN A NAZARET [19] Después de la muerte de Herodes, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José en Egipto y le dijo: [20] «Levántate, toma contigo al niño y a su madre y regresa a la tierra de Israel, porque ya han muerto los que querían matar al niño.» [21] José se levantó, tomó al niño y a su madre, y volvieron a la tierra de Israel. [22] Pero al enterarse de que Arquelao gobernaba en Judea en lugar de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allá. Conforme a un aviso que recibió en sueños, se dirigió a la provincia de Galilea [23] y se fue a vivir a un pueblo llamado Nazaret. Así había de cumplirse lo que dijeron los profetas: Lo llamarán ''Nazoreo''.
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[1] Desde las primeras generaciones cristianas hubo relatos populares que trataban de decir todo lo que no se sabía de Jesús y que no se encontraba en los Evangelios. Y esto se parecía mucho a las historias judías sobre la infancia de Abrahán y de Moisés. De ahí salieron ciertamente la estrella de los magos y la masacre de los niños de Belén, y es inútil actualmente inclinarse sobre las tablas astronómicas para encontrar algún cometa que pasó en esa época. En este capítulo, pues, Mateo utiliza esas historias sin preocuparse lo más mínimo por su dudosa autenticidad. Se sirve de ellas para mostrar cómo Jesús revivió a su manera lo que había vivido su pueblo. De ahí esas diez citas del Antiguo Testamento en las que cada vez se dice: «así debía cumplirse». Es una manera de decir que hay que releer los textos. Estos hablaban del pueblo, y al mismo tiempo anunciaban a Jesús. En cierto sentido El vivirá lo que aquél había vivido: caminatas, búsqueda, alegrías, duelos, pero con él todo tomará un nuevo sentido. Los Magos eran sacerdotes muy respetados de la religión de Zoroastro, que también eran astrólogos y adivinos. En este relato los magos representan a las otras religiones que no son las de la Biblia. Así, pues, mientras los sacerdotes de los judíos, jefes del pueblo de Dios, no reciben aviso del nacimiento de Jesús, Dios lo participa a algunos de esos amigos suyos que están muy lejos de su pueblo. Esta lección vale para todos los tiempos: Jesús es el Salvador de todos los hombres y no solamente de los que se ubican en su Iglesia. Así Dios sabe hablar a todos los hombres por medio de los acontecimientos, y los encuentra allí mismo donde ellos buscan. Llama a los Magos por medio de una estrella, y a los pescadores después de una pesca.
[13] Al narrar la matanza de los inocentes y la huida a Egipto, Mateo cita dos palabras de los profetas Os y Jeremías, referentes a las pruebas que soportó el pueblo de Dios en el pasado. Jesús ha de vivir en el destierro y en la angustia como sus antepasados. Empieza la persecución cuando nace y lo acompañará hasta la muerte. Este Herodes no era peor que los gobernantes que, en cualquier época, se muestran más celosos de su poder que deseosos de servir. Pero los enemigos del Evangelio, por más que derramen la sangre inocente, no pueden ahogar a la Iglesia ni contrarrestar los planes de Dios. La tradición de la Iglesia siempre ha afirmado que esos niños, masacrados en lugar de Jesús sin haberlo deseado, también comparten su gloria sin haberlo merecido. Con esto nos invita a pensar que el misterioso amor de Dios cubre los millones de niños masacrados y centenas de millones de otros eliminados antes de nacer. ¿Qué debemos pensar de tantas posibilidades aplastadas? Las personas y las sociedades responsables de este desastre son las que sufren las consecuencias, sembrando en lo más profundo de sí mismas semillas de muerte. Dios, por su parte, tiene en sus manos todos los destinos y de antemano los conoce; siempre es posible suprimir vidas, pero nunca limitar sus generosidades.


[19] José vuelve a Nazareth. Así finalizan estas historias que son como una introducción al Evangelio. Figuran de antemano la suerte trágica de Cristo: Salvador desconocido por las élites religiosas de los judíos (los sacerdotes de Jerusalén), perseguido por el poder, Jesús se dirigirá a las naciones paganas para darles el Evangelio (pues Galilea era considerada por los judíos como una provincia medio extranjera y pagana: 4,15). Jesús va a estar más de treinta años en ese pueblito donde se cría, y del que pasa a ser el artesano-carpintero (Mc 6,13), mientras el mundo está esperando su salvación.


[21] Lo llamarán Nazoreo. Mateo juega con esta palabra que recuerda a la vez nezer, o rama (Is 11,1) y nazir (Núm 6). Era el tiempo en que ciertos grupos judíos predicaban y bautizaban, como hizo Juan Bautista, siendo considerados por el pueblo como nazires. Jesús era a la vez nezer (Jn 3,22-26) y nazir. Muchos se preguntan qué hizo Jesús entre los doce años, edad que tenía cuando se quedó en el Templo (Lc 2,41-51), y los treinta años, edad aproximada de Jesús cuando empezó su ministerio público. Incluso hay farsantes que se basan en este silencio del Evangelio para imaginar que Jesús fue a ver a los fakires de India o que estuvo con los extraterrestres... No cuesta nada inventar fábulas. Conviene recordar, en primer lugar, que el Evangelio no es una «Vida de Jesús», o sea, una historia desde su nacimiento hasta la muerte. El Evangelio pretende sólo comunicarnos los hechos más sobresalientes y las palabras con las que Jesús entregó al mundo su mensaje. Los primeros evangelios empezaban con el bautismo de Juan, que preparó la predicación de Jesús: así lo vemos en Marcos (Mc 1,1) y Juan (Jn 1,18). Posteriormente, Mateo y Lucas pusieron algo de su niñez que ayudaba a entender su mensaje y el secreto de su persona. En segundo lugar, leamos a Mateo 13,54-56 para comprobar que Jesús se crió en Nazaret. Cuando se extrañan de su actuación, no dicen: ¡Seguramente viene de otro planeta!, o: ¡Se lo habrán enseñado los sabios extranjeros!, sino: ¿Qué le pasa al carpintero, después de tantos años que lo conocemos? En tercer lugar, digamos que la palabra de Dios es siempre y al mismo tiempo palabra de hombre. Un profeta puede decir palabras de Dios en cuanto, como hombre, siente algo y ha experimentado fuertemente algo que quiere comunicar. Jesús habla las palabras de Dios porque, como hombre, tiene un conocimiento excepcional de lo que hay en el hombre (Jn 2,2). Los años de Nazaret no fueron tiempo perdido: Jesús inter
Linkiorizó la cultura de su pueblo y los acontecimientos que afectaban a su nación; experimentó el trabajo, las relaciones humanas, el sufrimiento, la opresión... Todo esto debía conocerlo para que sus palabras tuvieran el peso de verdad que hoy todavía encontramos en ellas.

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