Mateo 5

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LAS BIENAVENTURANZAS (LC 6)

[1] Jesús, al ver toda aquella muchedumbre, subió al monte. Se sentó y sus discípulos se reunieron a su alrededor. [2] Entonces comenzó a hablar y les enseñaba diciendo: [3] «Felices los que tienen el espíritu del pobre, porque de ellos es el Reino de los Cielos. [4] Felices los que lloran, porque recibirán consuelo. [5]Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia. [6] Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. [7] Felices los compasivos, porque obtendrán misericordia. [8] Felices los de corazón limpio, porque verán a Dios. [9] Felices los que trabajan por la paz, porque serán reconocidos como hijos de Dios. [10] Felices los que son perseguidos por causa del bien, porque de ellos es el Reino de los Cielos. [11] Felices ustedes, cuando por causa mía los insulten, los persigan y les levanten toda clase de calumnias. [12] Alégrense y muéstrense contentos, porque será grande la recompensa que recibirán en el cielo. Pues bien saben que así persiguieron a los profetas que vivieron antes de ustedes.

SAL Y LUZ (MC 4,21; LC 14,34; 8,16; 11,33)

[13] Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal deja de ser sal, ¿cómo podrá ser salada de nuevo? Ya no sirve para nada, por lo que se tira afuera y es pisoteada por la gente. [14] Ustedes son la luz del mundo: ¿cómo se puede esconder una ciudad asentada sobre un monte? [15] Nadie enciende una lámpara para taparla con un cajón; la ponen más bien sobre un candelero, y alumbra a todos los que están en la casa. [16] Hagan, pues, que brille su luz ante los hombres; que vean estas buenas obras, y por ello den gloria al Padre de ustedes que está en los Cielos.

UNA LEY MÁS PERFECTA

[17] No crean que he venido a suprimir la Ley o los Profetas. He venido, no para deshacer, sino para llevar a la forma perfecta. [18]En verdad les digo: mientras dure el cielo y la tierra, no pasará una letra o una coma de la Ley hasta que todo se realice. [19] Por tanto, el que ignore el último de esos mandamientos y enseñe a los demás a hacer lo mismo, será el más pequeño en el Reino de los Cielos. En cambio el que los cumpla y los enseñe, será grande en el Reino de los Cielos. [20] Yo se lo digo: si no hay en ustedes algo mucho más perfecto que lo de los Fariseos, o de los maestros de la Ley, ustedes no pueden entrar en el Reino de los Cielos. [21] Ustedes han escuchado lo que se dijo a sus antepasados: «No matarás; el homicida tendrá que enfrentarse a un juicio.» [22] Pero yo les digo: Si uno se enoja con su hermano, es cosa que merece juicio. El que ha insultado a su hermano, merece ser llevado ante el Tribunal Supremo; si lo ha tratado de renegado de la fe, merece ser arrojado al fuego del infierno. [23] Por eso, si tú estás para presentar tu ofrenda en el altar, y te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, [24] deja allí mismo tu ofrenda ante el altar, y vete antes a hacer las paces con tu hermano; después vuelve y presenta tu ofrenda. [25] Trata de llegar a un acuerdo con tu adversario mientras van todavía de camino al juicio. ¿O prefieres que te entregue al juez, y el juez a los guardias que te encerrarán en la cárcel? [26] En verdad te digo: no saldrás de allí hasta que hayas pagado hasta el último centavo. [27] Ustedes han oído que se dijo: «No cometerás adulterio.» [28] Pero yo les digo: Quien mira a una mujer con malos deseos, ya cometió adulterio con ella en su corazón. [29] Por eso, si tu ojo derecho te está haciendo caer, sácatelo y tíralo lejos; porque más te conviene perder una parte de tu cuerpo y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno. [30] Y si tu mano derecha te lleva al pecado, córtala y aléjala de ti; porque es mejor que pierdas una parte de tu cuerpo y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno. [31] También se dijo: «El que se divorcie de su mujer, debe darle un certificado de divorcio.» [32] Pero yo les digo: Si un hombre se divorcia de su mujer, a no ser por motivo de infidelidad, es como mandarla a cometer adulterio: el hombre que se case con la mujer divorciada, cometerá adulterio.

NO JURAR

[33] Ustedes han oído lo que se dijo a sus antepasados: «No jurarás en falso, y cumplirás lo que has jurado al Señor.» [34] Pero yo les digo: ¡No juren! No juren por el cielo, porque es el trono de Dios; [35] ni por la tierra, que es la tarima de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del Gran Rey. [36] Tampoco jures por tu propia cabeza, pues no puedes hacer blanco o negro ni uno solo de tus cabellos. [37] Digan sí cuando es sí, y no cuando es no; cualquier otra cosa que se le añada, viene del demonio.

AMAR A LOS ENEMIGOS (LC 6,29)

[38] Ustedes han oído que se dijo: «Ojo por ojo y diente por diente.» [39] Pero yo les digo: No resistan al malvado. Antes bien, si alguien te golpea en la mejilla derecha, ofrécele también la otra. [40] Si alguien te hace un pleito por la camisa, entrégale también el manto. [41] Si alguien te obliga a llevarle la carga, llévasela el doble más lejos. [42] Da al que te pida, y al que espera de ti algo prestado, no le vuelvas la espalda. [43] Ustedes han oído que se dijo: «Amarás a tu prójimo y no harás amistad con tu enemigo.» [44] Pero yo les digo: Amen a sus enemigos y recen por sus perseguidores, [45] para que así sean hijos de su Padre que está en los Cielos. Porque él hace brillar su sol sobre malos y buenos, y envía la lluvia sobre justos y pecadores. [46] Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué mérito tiene? También los cobradores de impuestos lo hacen. [47] Y si saludan sólo a sus amigos, ¿qué tiene de especial? También los paganos se comportan así. [48] Por su parte, sean ustedes perfectos como es perfecto el Padre de ustedes que está en el Cielo.
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[1] Jesús subió a la montaña: Mateo sitúa este discurso de Jesús en algún lugar de las colinas que bordean el lago de Tiberíades. Eso no obstante habla de un monte para recordar al monte Sinaí donde Moisés había recibido la Ley (Ex 19). Es porque, en este primer "Discurso de Jesús" (véase la Introducción), Mateo lo presenta como el Maestro que da a Israel y a todos los hombres la nueva y definitiva Ley. La fórmula: pero yo les digo... aparecerá seis veces para recalcar la oposición entre la Ley de Moisés y la nueva ley. ¡Felices! Este primer párrafo nos presenta al nuevo pueblo de Dios a quien le ha sido dad la Ley. No olvidemos que para la Biblia, la Ley no sólo son los mandamientos sino también las intervenciones y declaraciones de Dios que han hecho de Israel su propio pueblo, llamado a realizar una misión en el mundo. La ley había sido dada a los "hijos de Abrahán y de Israel", a los que Moisés había sacado de Egipto. Muchos textos decían: "Feliz tú, Israel!", es decir, tienes mucha suerte de haber sido elegido, y es un gran privilegio para ti ser el pueblo de Dios entre todos los pueblos de la tierra; feliz tú, porque a ti te ha confiado Dios sus palabras ( Deut 33,39; Sal 144,15; Ba 4,4). Y he aquí que de entrada el Evangelio nos habla de otro pueblo de Dios. Ya no es el pueblo de las doce tribus con su tierra, su lengua, sus fronteras y sus ambiciones nacionales, sino que es el pueblo de aquellos que Dios buscará en medio de todas las naciones. ¿Y quiénes son esos elegidos que deben considerarse muy felices por tal llamado? Son los pobres, los que lloran, los que muchas veces se han visto tentados de maldecir de su suerte, de sus culpas y de sus propias contradicciones. Mateo nos presenta aquí ocho Bienaventuranzas, mientras que Lucas 6,20-26 no tiene más que tres (los pobres, los que tienen hambre, los que lloran). Pero eso no importa, pues, en realidad, no desarrollan más que un solo y mismo tema. La principal diferencia entre Mateo y Lucas radica en que sus Bienaventuranzas se dirigen a dos grupos distintos. Lucas nos da las bienaventuranzas tal como Jesús las proclamó. Se dirigía al pueblo sufrido, siendo uno de ellos, y les hablaba como hacían los profetas, sin matices y sin entrar en distinción de personas: ustedes, los pobres, son los primeros beneficiarios de las promesas de Dios. Mateo, en cambio, adapta las palabras de Jesús para sus oyentes. La Iglesia se había difundido ya y, en sus comunidades, había de todo: esclavos, gente sencilla y acomodada. Mateo, de alguna manera contempla las maravillas que Dios realizó en ellos cuando pone en boca de Jesús estas congratulaciones: Felices aquellos que han acogido mi espíritu, porque verán a Dios. Y Mateo completa su lista con los artesanos de la paz y los de corazón limpio. En resumen, Lucas dice a quiénes se dirige con prioridad la evangelización, y es al pueblo más sufrido y postergado. Mateo, por su parte, felicita a los que ya ingresaron a la Iglesia si son dignos de Dios que los llamó. Los que son llamados felices no lo son porque sufren, pues esa expresión sonaría mal, sino porque se les abre el Reino. De ellos es el Reino de los Cielos (3), e inmediatamente después: poseerán la tierra. La contradicción es sólo aparente. En primer lugar, hay que entender el término Cielos en el sentido que tenía en tiempos de Jesús. Por respeto a Dios, los Judíos no querían nombrarlo y preferían designarlo con otras palabras: el Cielo, el Poder, la Gloria. El Reino de los Cielos significa exactamente: el Reino de Dios, lo mismo que el Padre que está en los Cielos significa el Padre-Dios. No se trata de la recompensa que tendremos después de la muerte, «en el Cielo», sino del Reino de Dios que llega a nosotros en esta tierra con la proclamación de Jesús. Como asimismo hay que dar a la tierra su verdadero sentido. Esa tierra, para la Biblia, era la de Palestina, pues allí era donde Dios venía a salvar a su pueblo. Y el Evangelio, por su parte, no opone lo material con lo espiritual; efectivamente el término "espiritual" no figura en ninguna parte del Evangelio. Cuando Dios hablaba por medio de los profetas, prometa a su pueblo un mundo donde serían satisfechas todas sus necesidades: banquetes bien regados (Is 25,6), una larga vida, agua para regar la tierra, la liberación de todas las opresiones, un reino de justicia. Pero más que todo eso, Dios viviría en medio de los hombres y les comunicaría su Espíritu: "Serán mi pueblo y yo seré su Dios" (Ez 37,24).De igual modo en las Bienaventuranzas, el Reino de Dios es al mismo tiempo la tierra de Palestina prometida a los hijos de Abrahán y la tierra donde reina la paz pues Dios está allí presente. Los que tienen hambre de justicia recibirán al mismo tiempo el pan y la santidad de Dios, porque en la Biblia justicia significa también: ser tales como Dios quiere vernos. Y así es como Jesús nos dice que seremos saciados y consolados. Nuestro consuelo en la tierra consiste en saber y en ver que Dios nos ama y que se preocupa por nosotros y que a pesar de todo, cambia la situación de los oprimidos. También consiste en saber que, aun cuando parezca que no atiende a nuestras plegarias, nuestra cruz sin embargo tiene un sentido y un fin. Por último, y esto es lo más, consiste en saber que en la otra vida Dios nos dará más que todo lo que podemos esperar o merecer. Hasta que llegó Jesús se estaba esperando. Jesús nos dice que ha empezado una nueva era: Dios está en medio de nosotros y su Reino está ya a disposición de aquellos que tienen puro el corazón, es decir, que han purificado sus deseos: verán a Dios. Felices... los perseguidos. Mateo, igual que Lucas se explaya más sobre este último punto pues, estemos donde estemos, no podremos vivir el Evangelio sin sufrir persecución


[13] Jesús acaba de designar a los que han sido llamados para el Reino. En primer lugar les mostrará cual es su misión. La Iglesia es sal y luz Los judíos no se fijaban tanto en que la sal da sabor, sino en que conserva los alimentos. Alianza de sal era la alianza de Dios con los sacerdotes, por cuanto era duradera y aseguraba la permanencia del pueblo elegido por Dios (Núm 18,19). Así, pues, los discípulos de Jesús son sal de la tierra, porque ellos hacen entrar al mundo en la alianza de Dios. Deben mantener en el mundo las inquietudes por la justicia verdadera y, con esto, impedir que las sociedades humanas se estanquen en la mediocridad. El mundo por sí mismo no sabe para qué lo llama Dios, y los que se presentan como luces no lo serán jamás si no se hacen discípulos. Pero a ustedes, que no son salvadores ni los mejores del mundo, Dios los ha elegido para que sean esa minoría por cuyo intermedio él se dará a conocer. A ustedes y también a la Iglesia les sucederán muchas cosas que tal vez les disgusten, pero serán para el mundo una señal de Dios.Hijos de la luz: cf. Ef 5,8; 1 Pe 2,12; 2 Tes 5,4.


[17] Aquí comienza la presentación de la nueva Ley. Estamos lejos de lo que se busca con frecuencia en una religión: prácticas que observar, ayunos, oraciones y buenas obras con las cuales merecemos la salvación. Jesús casi no hablará de todo eso pues la Biblia ya se ha extendido ampliamente sobre el tema, y el mismo estudio de la Biblia nos muestra que esas leyes y prácticas están siempre ligadas a una determinada cultura y que deben adaptarse con el tiempo. La Ley (18): esa palabra designaba a veces a toda la religión de Israel. La Ley y los Profetas era una manera de referirse a toda la Biblia. Hasta que todo se realice. Jesús no habla sólo de cumplir los mandamientos. Más bien es la religión del Antiguo Testamento la que ha de cumplirse. Pues era una etapa transitoria, aunque necesaria, en la historia de la salvación. Las profecías tenían que cumplirse; asimismo los ritos y sacrificios de dicha religión, que expresaban a su manera el misterio del pecado y de la misericordia, debían aclararse en la persona de Jesús. Y por eso, si bien la observancia de las leyes de la Biblia no es para nosotros la regla suprema, vemos en ellas expresiones del amor verdadero y su protección. Al mirarlas para interiorizar su espíritu, nos ponemos a disposición del Espíritu, que nos llevará más lejos aún. Así descubriremos una «justicia» o una perfección muy superior a la de los canonistas de ese tiempo, que eran los escribas y fariseos (5,20).En el momento en que Jesús se dispone a enseñarnos una nueva manera de entender la Ley de Dios, nos pone en guardia contra la tentación de lo fácil. Muchas personas podrían aprovecharse de las palabras de Jesús y decir: «¡Menos mal! Ya no hay tanto que cumplir; la religión va a ser más fácil!» Por eso Jesús precisa: El que no cumpla hasta lo más mínimo de la Ley no entrará al Reino. No entrarán los que siempre encuentran pretextos para disculpar su dejación: «Estos mandamientos no son muy importantes.» Hay otros, en cambio, que fueron cumplidores de la Ley hasta el día en que Jesús les mostró que lo más importante no era la Ley, sino su espíritu. Estos, al seguir a Cristo, no pensarán haber encontrado un camino más fácil, sino el llamado a una vida más perfecta.

[21] Aquí comienzan las oposiciones: Ustedes han escuchado... pero yo les digo. Esta fórmula se repetirá seis veces. Jesús alude a la lectura bíblica que se hacía cada sábado en las sinagogas. Igual como se hace actualmente en la Iglesia, tenía sus pasajes asignados para cada semana. Se escuchaba el texto hebreo o se lo traducía al arameo, la lengua popular, y los dirigentes de la sinagoga o los invitados ocasionales hacían el comentario. Jesús se había dado a conocer tomando la palabra en esas asambleas y es muy probable que más de una vez haya dicho: Ustedes acaban de oír, pero yo les digo, pues "hablaba con autoridad" (Mt 7,29).Jesús no cuestiona las exigencias de la Biblia ni se contenta tampoco con hacer un comentario de ellas; la ley de Cristo es un llamado a la purificación del corazón, es decir, de nuestras intenciones y deseos. Es una nueva lucidez que nace de una mirada puesta en Dios. Cuando nos volvemos hacia el Padre (y esa es la gran novedad: imitar a Dios-Padre: 5,48) descubrimos cuán imperfectos son los criterios humanos de moralidad. Dejemos, pues, de llamar solamente pecado a aquello que los hombres notan y condenan. Mis pecados son los malos pensamientos y deseos que alimento en mi interior y que producen malos frutos cuando se presenta la ocasión. Jesús volverá sobre este punto en 12,34.


[26] Hasta que hayas pagado hasta el último centavo. Reparar el mal no es solamente devolver lo que me había llevado. También es ver por qué tengo una personalidad tan poco firme que me dejo llevar por cualquier deseo, y cómo podré afirmar mi voluntad. A menudo reconocemos que somos fríos para amar a Dios, poco perseverantes en el camino del bien. Este es el resultado de muchos pecados y maldades cometidos a lo largo de los años. Hemos logrado olvidarlos, pero no hemos reparado los daños que hicieron a nuestra conciencia. Si no nos purificamos en la vida presente, seremos purificados después de la muerte, y la Iglesia usa la palabra Purgatorio para designar esta purificación dolorosa. La transformación que deberá operarse en nosotros (1 Cor 15,51) no podrá hacerse sin que el Espíritu haya quemado las raíces mismas del mal hasta convertirlas en polvo (Mt 3,11).


[27] No cometerás adulterio: Para muchos la fidelidad conyugal es una ley pesada y pasada de moda, la que se contentan con admirar en los demás. Jesús vuelve a poner la fidelidad entre las leyes del mundo interior, ahí mismo donde viene a reinar Dios, el Fiel.


[29] Si tu ojo derecho... Hay que fijarse en la oposición: tu mano, o tu ojo, y: tú. Sepan renunciar a todo, dirá Jesús y aquí precisa: incluso a su integridad física. Mientras tanto nos gusta la moderación en todo y cada uno piensa: Hay que vivir "sin prejuicios morales", sentirse bien en su cuerpo...? Y para justificar el aborto se dirá que «cada mujer dispone de su cuerpo». Pero ¿qué valen estos criterios? Jesús responde que la verdadera vida está en otra parte y que el verdadero «yo» se crea al aceptar mutilaciones de la vida presente. ¿Se trata acaso de sacrificar solamente lo que nos llevaría a una caída y a un pecado grave? Bien es cierto que Mateo coloca esta advertencia a continuación de la tentación de infidelidad del versículo 28, pero la palabra de Jesús va más lejos. Por más que nos quejemos de la vida, nos aferramos a ella, y escuchamos el Evangelio hasta que no nos pide arriesgar. ¿Y si en esto consistiera el verdadero pecado y la verdadera caída, en ese miedo al riesgo, y a sacrificar su vida para responder al llamado de Dios? Aquí Jesús usa la palabra infierno, porque no se puede imaginar nada peor que esto: que nuestra vida no haya producido nada, y que el «yo» de la eternidad haya abortado.

[31] El que se divorcie de su mujer: Ver Mc 10,1; Mt 19,2.Esta palabra de Jesús viene aquí como un ejemplo de las decisiones valientes que debe a veces tomar un cristiano. Dios pide en ciertos momentos sacrificios heróicos y los que no toman el sendero estrecho pierden una parte del Evangelio. A no ser por motivo de infidelidad. En este caso, los más antiguos escritos cristianos enseñan que puede haber separación, pero no nuevo matrimonio. Nótese, sin embargo, que donde leemos: a no ser por motivo de infidelidad, tal vez se deba traducir: fuera del caso de unión ilegítima, pues el texto original es muy equívoco. En ese caso Mateo se refería al problema de numerosos cristianos de su tiempo, convertidos del paganismo, que al entrar a la Iglesia rompían uniones ilegítimas (1 Cor 7,12-16).


[33] Son muchos los que hablan de Dios en cualquier momento. ¿Será porque lo conocen de verdad? Los judíos hacían juramentos por cualquier motivo, y jurar es siempre una manera de invocar el Nombre de Dios. Pero si lo nombramos tan fácilmente es porque no sentimos el peso de su presencia. ¡Qué cosa más irreligiosa es hacerlo testigo de nuestra sinceridad cuando ni siquiera sabemos todo lo falso e impuro que hay en nosotros!


[37] Cualquier otra cosa que se le añada procede del demonio, y de una preocupación ansiosa de defendernos y justificarnos ante los demás. Los hijos de Dios dejan al Padre el cuidado y la defensa de su reputación y de su persona. Ver también Mt 23,16 y Stgo 5,12.



[39] Ojo por ojo, diente por diente: Lo leemos en la Biblia porque en el mundo de aquel entonces era una máxima sana ( Deut 19,18-21). Pretendía poner un límite a la sed de venganza y les recordaba a los jueces, e incluso a la comunidad, la obligación de defender sus miembros de aquellos que abusan del débil. No resistan a los malvados: Jesús nos pide que miremos al adversario con los mismos ojos con que él podría mirarnos; en ese caso, ¿quién es el malvado? Preséntale la otra mejilla: Sal tu primero de la cadena sinfín de la violencia. Así como se hace en el judo, desconcierta al otro haciendo justamente el gesto que no esperaba; a lo mejor se dará cuenta entonces que estaba equivocado. Jesús no duda de que esa renuncia a la violencia y a nuestros intereses obligará al Padre a manifestarse y a asumir nuestra defensa; no olvidemos que quiere llevarnos a que "veamos a Dios" actuando en nuestra vida. Si alguien te obliga a llevar una carga: Jesús se dirige a un pueblo de agricultores humillados y oprimidos por las tropas extranjeras. Su reacción habitual era la sumisión resignada que disimula el odio y aguarda la revancha. ¿Serían capaces de seguir tal consejo? Pero una cosa es cierta: si lo hubiesen puesto en práctica, habrían evitado la ruina de su nación algunos años después.


[43] Amarás a tu prójimo. Hemos llegado a la última oposición entre la Ley antigua y la nueva. El Antiguo Testamento hablaba de amar al prójimo, pero se trataba de solidaridad entre los miembros del pueblo de Dios. Con el Evangelio no se trata sólo de una ampliación de aquello sino que es la entrada a un mundo totalmente diferente. La solidaridad dentro del grupo se apoya en un instinto natural. Pero los grupos sociales sólo existen y encuentran su identidad oponiéndose unos a otros. No harás amistad con tu enemigo. Eso no se encuentra así en la Biblia, pero su equivalente aparece en varios lugares ( Deut 7,2). Al hablar de los enemigos de la nación, y no de los enemigos personales, se pide que no se confíe en ellos, que no se los ayude e incluso que se los extermine antes que compartir sus errores. Si en la actualidad en muchos países se piensa que el amor al prójimo no tiene fronteras, hay que reconocer que eso es fruto del Evangelio. Jesús nos ha abierto el espíritu al amor del prójimo, el cual toma como modelo el amor universal de Dios Padre. Basta con abrir el diario para ver que ese amor al prójimo, cualquiera que éste sea, e incluso si pertenece a un grupo social, nacional o religioso en pugna con el nuestro, sigue siendo algo extraño a la mayoría, e incluso a los mismos creyentes de países cristianos. El amor a los enemigos: Mc 12,31; Lc 10,27; Rom 13,9; Gál 5,14; Stgo 2,8; Rom 12,20; Lc 23,34; He 7,60; Rom 12,14; 1 Cor 4,12; Ef 5,1.

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